7 de abril de 2015

El alma de las piedras

de Paloma Sánchez-Garnica

Sinopsis (tomada de la red)

Es el año 824 cuando tres curiosos personajes: el ermitaño Paio, el obispo Teodomiro y su ayudante Martín de Bilibio hallan una tumba cuyos restos, aseguran, pertenecen a Santiago Apóstol. Crean así, en el bosque Libredón, cerca del finis terrae o fin del mundo, el Iocus Sancti Jacobi para mayor Gloria de Dios. Dos siglos después, una joven noble, Mabilia, que por una traición a su padre se ve obligada a meterse en un mundo de hombres, descubre de la mano de un cantero una marca en una piedra que conduce hasta La Inventio, un pergamino escrito por el monje Martín de Bilibio en el que se cuenta el milagroso hallazgo. Mabilia decidirá acompañar a Arno, el cantero, en busca de la verdad. En su peregrinaje conocerá la bondad que produce esa ruta, la construcción de ciudades, monasterios, caminos y puentes, así como el lado más oscuro de los canteros y su extraña labor de arrancarle el alma a las piedras, con el fin de evitar el olvido.


* * *

Comienza la obra en el año 824 en Iria Flavia.
Iria Flavia es el nombre de una parroquia de Padrón, en la provincia de La Coruña (Galicia), España. Está ubicada en la confluencia del río Sar y el río Ulla y fue un puerto importante.



Según la tradición, en Iria Flavia predicó por primera vez el Apóstol Santiago durante su estancia en España. Aquí trajeron su cuerpo y su cabeza poco tiempo después, sus discípulos Teodoro y Atanasio desde Jerusalén y en una barca de piedra. Se cuenta que amarraron la barca a un pedrón, y de ahí el topónimo actual de Padrón. Los dos discípulos (después de enterrar el cuerpo del apóstol) se quedaron a predicar en Iria Flavia.




El segundo capítulo es en el Castillo de Montmerle, región de Borgoña, día 25 de julio de 1094

Y así se van alternando las historias, que al final tendrán una relación en cuando al misterio y la necesidad de aclararlo, de los restos de quién descansan en la tumba, si los del apóstol mayor Santiago o los del mártir, para otros hereje, Prisciliano.
La historia de los monjes me resultó muy pesada y extensa, repetitiva y por algunos momentos difícil de entender. Me pareció que el tema no daba para tanto.
La que corresponde a Mabilia, es dramática, trágica, atrapante y aun así, al finalizar el libro, algunas situaciones me quedaron sin cerrar. Tanto tiempo que transcurre huyendo de su tío, separada de su hermano, encontrada con más facilidad por sus enemigos que por sus amigos; y de repente... uno de los personajes decide que ya es hora y que hay que volver. No sé... no lo entendí, no me llegó, lo sentí forzado. ¿Dónde estuvo antes el duque de Borgoña? Como tantas otras autoridades que hubieran podido socorrerlos y apoyarlos.
No vi por qué no pudo ser mucho antes. Tampoco entendí lo de las idas y venidas del testamento. Pero como en las historias de finales felices, todo se acomoda.

Recuerdo ahora, algo que también me llamó la atención. El tío Geoffrei se pasó todo el tiempo que dura la novela persiguiendo a su sobrina? No había algo más interesante que hacer en un condado, más placentero? Un hombre malísimo, un asesino despiadado, porque está enfermo hace la peregrinación a la tumba del santo, a ver si se cura. Oh... ¡qué transformación! Es una actitud que no cuadra con el personaje. Llega con un nombre cambiado al lugar donde estaba Mabilia y como se encuentra tan enfermo, pide a alguien para que lo acompañe. ¿Qué sucede aquí? ¿Es coincidencia? ¿No había otra persona disponible más que su sobrina? quien tiene que padecer el ser transportada peor que un animal encadenada de pies y manos.
También la actitud poco discreta e insólita de Bruno, no quitando sus ojos de los de Mabilia cuando tiene sexo con Arno. De esa manera dice la autora más adelante, podría darse cuenta de sus sentimientos y de si había traicionado al amigo de su infancia

al verme embaucada y seducida por los abrazos de Arno, veía muy probable el quebranto de la promesa que le había hecho a Ernaud,

¿Pero era necesario mirarla cuando fornicaba?
A esto me refiero cuando en una obra se presentan situaciones que, por lo menos a mí, me resultan ilógicas, incoherentes y entonces pierdo la confianza.
Las referencias a las piedras, al oficio de cantero, al alma de las piedras y su mensaje, tampoco me llegaron a conmover.
La historia me entretuvo, me atrapó en un 50% y no me provocó emoción alguna.
La escritura impecable. Me llamaron la atención los extraños nombres de los protagonistas. Justamente ayer di con una nota sobre Jane Austen y cómo usaba los nombres propios para construir a sus personajes.
En "El alma de las piedras" nos encontramos con Teodomiro, Paio, Munia, Ernaud, Orengarda, Mabilia, Geoffroi, Hildegarda, Achard...




Aquí puedes leer más sobre el origen de la leyenda del camino de Santiago.

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